LA FIESTA
Hacía algún tiempo había contraído
nupcias y ya estaba en la dulce espera, cuando uno de mis tíos nos invitó, a mi
esposo y a mí, a celebrar la fiesta de Halloween. Así fue que aquella noche nos
apersonamos en la casa de mi tío. Un hombre maduro pero de muy buen ver, que
nos recibió muy gentilmente, y que para esta ocasión había preparado una cena
para una docena de personas.
La cena estuvo muy sabrosa y
muy bien acompañada de buenos y diversos vinos, de los cuales dimos buena
cuenta.
Luego de la cena, pasamos a
la terraza, donde se había dispuesto todo para una velada bailable. A mí, que
siempre me ha encantado bailar, me divertí de lo lindo bailando con cuanto
caballero me lo solicitara. El tiempo pasó volando y yo ya un poco embriagada
por la música y el ajetreo y en uno de esos cambios de pareja me encontré entre
los brazos de mi tío, quien empezó a hablarme de los viejos tiempos, cuando
toda la familia se reunía con cualquier pretexto de celebración.
Si pues tío. -Le conteste-
Pero eran otros tiempos, ahora los que no han pasado a mejor vida se han ido a
vivir lejos de aquí..
-Tienes razón sobrinita - Me
contesto el tío. Añadiendo- Por eso yo he optado por tener otra familia. ¿Te
gustaría conocerla?
Y mientras hablábamos y casi
sin darnos cuenta habíamos empezado a alejarnos del bullicio y nos
aventurábamos por una parte oscura y silenciosa de la casa, Pero yo embelesada
como estaba con tanto recuerdo encantador de infancia y adolescencia, me dejaba
llevar sin oponer resistencia. Cuando me di cuenta estábamos en una habitación
grande e iluminada por pesados candelabros y llena de extraños personajes que
me saludaban con reverencias. Yo, algo sorprendida miré a mi tío, pero este ya
no estaba y en su lugar habían dos mujeres ataviadas con túnicas negras y con
los rostros cubiertos por máscaras, que me tomaron de las manos y me llevaron a
una pequeña habitación anexa. Yo cada vez más asombrada y asustada les
preguntaba qué era todo esto - ¿Es acaso parte del espectáculo de Halloween?
‘Casi les gritaba. Pero ellas no respondían nada y empezaron a desvestirme y a
sumergirme en una bañera llena de agua perfumada. Sentí que la piel se me
erizaba y que el pánico empezaba a apoderarse de mí y ya casi no atinaba a
pronunciar palabra. entonces una de las mujeres me acercó una copa y me hizo
beber de ella. Un sabor agridulce inundó mi boca y se escurrió por mi garganta.
Y al instante sentí que todo mi cuerpo se relajaba y el temor daba paso a una
dulce sensación de bienestar. Cuando salí de aquel recinto, franqueada por las
dos mujeres enmascaradas, el miedo ya se había esfumado de mí y caminé como en sueños hacia el baldaquín
que se levantaba majestuoso delante mío. Allí vi que mi tío se me acercaba,
esta vez ataviado con una larga capa de terciopelo negro, me tomaba de las
manos y todos los presentes gritaban a una sola voz: Bienvenida a la familia.
Y mi tío repitió a una sola
voz… Sí mi sobrina, bienvenida a la familia,
tú y tu hijo. Y rozando su boca en mi oído susurró; desde que eras una
niña supe que eras la elegida y enseguida me acercó un recipiente ambarino y
empezó a untar mi frente y mi vientre con una especie de aceite, de un olor tan
penetrante que me hizo perder totalmente la poca lucidez que me quedaba y caer
en un pozo oscuro e infinito.
Ya no recuerdo más de
aquellos días ni de aquellos sucesos, sólo vienen a mí imágenes confusas, donde
me veo caminando sin rumbo por calles desiertas y oyendo la voz de mi esposo
llamándome y luego es otra vez el vacio y caigo en el pozo oscuro del olvido…
Fue en medio de esa
oscuridad que nació mi hijo sumiendome aún más en la desesperanza y en el caos. Sentía una especie de opresión
en todo mi ser y lloraba sin cesar pensando en mi desgracia y hasta varias
veces intenté escapar de esta vida miserable y del terrible destino que nos
aguardaba.
Y fue entonces, que como un milagro, nos llegó
la noticia de la desaparición del tío en un devastador incendio que destruyó su
casa, muriendo todos los que se encontraban esa noche en ella…Parece que el tío
celebraba una de sus acostumbradas y singulares reuniones...
Pero extrañamente fue desde
ese día que sentí que me alejaba de aquella oscuridad en que me había sumergido
durante los últimos meses y que una nueva vida se abría ante mí: y el mundo
volvía a pintarse de hermosos colores para mí y mi hijo… Ilustración: Alfred Kubin
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