sábado, 11 de abril de 2015

HISTORIA REALES MACABRAS


El terrible crimen de Junko Furuta
Junko Furuta nació en 1972 en Saitama, prefectura de Misato (Japón). Hija de una familia de trabajadores japoneses, su humilde origen no le impidió sobresalir en las diversas actividades que realizaba. Era una estudiante destacada y cultivaba un amplio número de amistades entre sus compañeras de colegio y algunos vecinos.
No era igual con sus compañeros; muchos de ellos guardaban resentimiento por Furuta, ya que era una chica sencilla que no participaba de algunas de las diversiones que ellos acostumbraban. No quería relacionarse sexualmente con ninguno de ellos, ni siquiera tenía novio, no consumía alcohol ni drogas, y no frecuentaba los sitios de diversión de los que ellos gustaban.
Saltó a la historia cuando fue brutalmente secuestrada, torturada, violada y asesinada por cuatro estudiantes del mismo colegio en noviembre de 1988 en Japón, el caso fue ampliamente publicitado debido a la crudeza del evento y el sadismo tan terrible que fue perpetrado.
En noviembre de 1988, cuatro jóvenes (Miyano Hiroshi, 18 años en el momento del crimen; Jo Kamisaku -apellido adoptado tras su salida de prisión, de 17, Minato Nobuharu, de 16; y Watanabe Yasushi de 17) de Tokio raptaron y escondieron a Junko Furuta, una estudiante de bachillerato de su mismo instituto en la prefectura de Saitama (Misato) durante 44 días. El cautiverio de Furuta tuvo lugar en el domicilio de los padres de Nobuharu.
Para evitar una investigación policial, Hiroshi obligó a Furuta a llamar a sus padres y fingir que había huido de casa, pero que se encontraba con “un amigo” y no corría peligro. Asimismo, la extorsionó para que se hiciera pasar por la novia de uno de los chicos cuando los padres se encontraban en casa. Sin embargo, cuando se aseguró de que los padres no llamarían a la policía, abandonó el pretexto. Furuta intentó escapar en diversas ocasiones y pidió ayuda a los padres más de una vez, pero ellos no hicieron nada por temor a las amenazas de Hiroshi. En esa época, Hiroshi era un líder de la baja yakuza y presumía de poder utilizar sus contactos para matar a cualquiera que tratase de intervenir.
Según las declaraciones de los jóvenes en el juicio, los cuatro violaron y vejaron a Furuta de diversas maneras. Entre ellas, figuran la introducción de cuerpos extraños -incluyendo una barra de hierro- en su vagina, obligarla a beber su propia orina, alimentarla con cucarachas, inserción de artefactos pirotécnicos en su recto y posteriormente prenderlos, forzar a Furuta a masturbarse, amputación de un pezón con unos alicates, tirarle mancuernas al estómago y quemarla con cigarros y mecheros (Una de esas quemaduras fue un castigo por intentar llamar a la policía). La situación llegó a tal punto que, según las declaraciones de uno de ellos, “le llevaba más de una hora arrastrarse escaleras abajo para ir al baño“. También señalaron que “probablemente unas cien personas” sabían que Furuta estaba allí prisionera, pero no está claro si esto significa que estuvieron allí durante el cautiverio de la joven o si participaron en las violaciones y abusos. Cuando los jóvenes se negaron a dejarla ir, ella suplicó en diversas ocasiones que “la mataran y siguieran con su vida.“
El 4 de enero de 1989, Junko fue retada a jugar al Mah-Jong, saliendo victoriosa. Esto causó la ira de los chicos, quienes la golpearon con una pesa de hierro, para luego rociar sus extremidades, tronco y cara con líquido inflamable y prenderla en fuego. Los cuatro manifestaron que no eran conscientes de la condición de Furuta, la cual murió horas después a causa de un shock.
Los asesinos escondieron su cadáver en un bidón lleno de cemento, el cual fue abandonado en Koto, Tokio.
Los jóvenes fueron arrestados y enjuiciados como adultos, pero la legislación japonesa prohíbe la publicación de las identidades de los ofensores juveniles. No obstante, uno de ellos si tuvo su identidad hecha pública, Jo Kamisaku, quien era un líder de bajo nivel del Yakuza en el momento de perpetrado el crimen y uso su identidad como mafioso para intimidar a Furuta y amenazar con mandar a matar a sus padres. Los acusados fueron condenados por secuestro y por provocar heridas que producen una muerte, pero no por violación ya que la evidencia forense no pudo demostrar que el semen en Furuta pertenecía a los acusados, aparentemente porque Furuta había sido violada por muchas personas a lo largo de su cautiverio. Los padres de Furuta ganaron una demanda civil contra los padres de uno de los agresores donde fue retenida Furuta obteniendo 50 millones de yenes.
La prensa realizó una cobertura amarillista del hecho, enfocándose en la vida de Furuta y replanteando la poca dureza de la legislación japonesa contra delincuentes juveniles.
Torturas infligidas a Junko Furuta.
1) Tenerla desnuda la mayor parte del tiempo.
2) Violarla todos los días, uno o más de ellos, por vagina y ano. Invitar a miembros de la Yakuza a violarla. Más de 100 hombres la violaron un total de 500 veces. En una ocasión, 12 hombres en un mismo día.
3) Golpearla a cada momento, una vez con palos de golf.
4) Al menos una vez: Estrellarle la cara repetidamente contra el piso de cemento.
5) Varias veces: Orinarle encima, los cuatro.
6) Fotografiar todo el tiempo las torturas.
7) Muchas veces: Antes de violarla, obligarla a masturbarse delante de sus captores o sus invitados, mientras éstos tomaban cerveza.
8) Muchas veces: Introducirle objetos en la vagina, incluyendo una botella y una barra de hierro, lastimándola.
9) Negarle el agua y la comida.
10) Al menos una vez: Al pedir comida y agua, hacerle comer cucarachas vivas y beber su propia orina.
11) Al menos una vez: Insertarle un aparato pirotécnico en el recto y encenderlo, causándole graves quemaduras.
12) Amputarle el pezón izquierdo con un alicate.
13) Una vez: Atarla de pies y manos, acostarla boca arriba, y dejarle caer mancuernas en el estómago.
14) A raíz de las graves lesiones, hacerle perder el control de los esfínteres.
15) Castigarla cada vez que se orinaba.
16) Una vez: Romperle todos los huesos de una mano a pisotones.
17) Una vez: Introducirle tijeras y pinzas para pollo rostizado en la vagina, desgarrándosela.
20) Una vez: Colgarla del techo y usarla como bolsa para practicar boxeo.
21) Una vez: Meterla varias horas en un congelador
22) Una vez: Quemarle los párpados con cera caliente.
23) Al menos una vez: Clavarle docenas de agujas de coser en los pechos.
24) Una vez: Quemarla en la vagina con cigarrillos, y en el clítoris con encendedores.
25) Una vez: Insertarle en la vagina una lamparita caliente, que se rompió adentro.
La muerte.

Los cuatro la golpearon salvajemente con una mancuerna, le quemaron un ojo con una vela, le rociaron la cabeza, tronco y extremidades con un líquido inflamable, y le prendieron fuego. El Calvario duro dos horas, By luego Furuta Yacía en el suelo convulsionándose, y los cuatro le decían que no exagerara.

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